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J. ANDRÉS MIRANDA

Detrás del sueño capitalino

 

En Colombia, la migración interna es algo que se ha vuelto muy común. Al no encontrar oportunidades en las distintas zonas del país, la primera opción es la capital Bogotá,  que año tras año acoge miles de personas de las regiones con mayor rezago.

 

Ya es muy común ver un costeño, un santandereano, un vallecaucano o un paisa por las calles capitalinas en sus labores diarias, con un mismo objetivo: lograr cambiar su situación y tener un mejor mañana. Cada historia de vida tiene un punto muy interesante que lleva a reflexionar sobre nuestro diario vivir.

 

José Duván Gálvez, a quien tomaremos en esta historia, es un señor que por segunda vez está en la capital desde hace un poco más de 7 meses en su intento de salir adelante; la primera fue en el año inmediatamente anterior. Dejó en la vereda Pueblo Rico, cercano a Medellín, a su esposa y a su hijo de 10 años a quienes ha sacado adelante con esfuerzo. Vino a una cultura tan diferente a la paisa, a la cual estaba acostumbrado, con casi 30 años de labor en ventas ambulantes y sin ningún tipo de estudio profesional o capacitación. Y que a pesar de los anhelos de encontrar nuevas oportunidades en la Capital de la Republica, lastimosamente la situación no fue favorable: “ganaba menos de la mitad del mínimo y esto no alcanzaba para nada, solo para el diario” decía, por lo que esta fue  la principal razón que lo obligó a cambiar de labor.

 

En esta ocasión no se encuentra laborando en un puesto de pan de bonos y avenas a las afueras del Centro Comercial Portal 80, sino que en esta ocasión ha cambiado su labor al ser expendedor de lácteos y embutidos puerta a puerta en bicicleta. El diario vivir al que se enfrentan miles de personas en esta esforzada labor es de admirar debido al desgaste físico.  Ponerse en los zapatos de ellos no es nada fácil: se les obliga a cumplir con un cronograma, moviéndose por cualquier parte de Bogotá, aun sin conocer. Deben estar despiertos desde temprano, para comenzar con la carga y el cumplimiento de pedidos desde las 8am, tomando una hora y media de recorrido en bicicleta desde Villas del Dorado, en la localidad de Engativá, hasta los barrios de entrega que en este día se encontraban en la localidad de Usaquén.    

 

Después de los primeros pedidos en la mañana llega un descanso de no más de 15 minutos. Cerca de las 10am, toman onces para retomar fuerzas y continuar con las actividades. Vienen más pedidos, más entregas y más caminos por recorrer en las  calles capitalinas.

 

Llegan las 2 pm y viene el almuerzo y un descanso más prolongado, esta vez 45 minutos aproximadamente, que no es suficiente si se compara con  el de un trabajador formal.

 

Después de entregas de pedidos y visitas puerta a puerta, podría ser el momento más difícil del día: la hora de cobrar. Para muchos resulta ser algo molesto, además de pasar de vez en cuando disgustos por esto. Siempre se presentan casos donde la persona no paga a tiempo, o la que por ciertas razones no está o no responde, por lo cual la jornada se alarga en ocasiones hasta 7 y 8 pm, donde el trabajador queda a disposición del tiempo del comprador.

 

Al finalizar el día, el agotamiento se deja ver; nuevamente se emprende el trayecto a casa por un poco más de una hora en bicicleta hacia su residencia en Engativá, arribando entre las 8 y las 9 pm para descansar y comenzar una nueva jornada el próximo día. Así transcurre un día en el que a pesar del sol o la lluvia, muchos trabajadores se ven obligados a permanecer en sus puestos habituales sin opciones, así ganen menos del mínimo y tomen hasta dos horas para llegar a laborar, con tal de tener un sustento para sus familias y así a lo lejos poder ayudarlas como lo hace el señor Duván.

 

 

 

 

 

 

Detrás de un hombre o una mujer, una gran historia por conocer

 

La situación de trabajo informal que se presenta en nuestro país se ha convertido en un icono tradicional en la vida cotidiana. Colombia es considerado el “país de la informalidad” debido a que el 68% de la población ocupada se encuentra con un trabajo informal, como ventas ambulantes de comidas rápidas, frutas, flores, llamadas, entre otras cosas.

 

En el caso de la capital del país, centro que da la bienvenida a más de medio millón de personas que emigran de sus regiones por situaciones adversas a la violencia, busca de oportunidades o simplemente cambio de vida. Pero,¿Realmente logran su objetivo?

 

La localidad de Engativá es una de las más grandes e importantes de la capital, una de las que más foráneos recibe. Así mismo, es una de las localidades en donde se ven reflejadas las necesidades que tiene esta población de la localidad y que no pueden seguir pasando desapercibidas desde ningún punto de vista.

 

Para muchos, esto representa una problemática y una desdicha para el espacio público de la ciudad, pero hay algo más allá: el lado humano. Al hablar con las personas se puede conocer la  situación en que están, y además, conocer el estilo de vida que llevan detrás de una carreta con flores, un carrito de arepas o un kiosco de pizzas, donde el tiempo en la informalidad no llega a ser inferior a 20 años.

 

La falta de oportunidades y el desconocimiento de métodos de participación que ofrece el gobierno es uno de los puntos esenciales, que deben ser de vital importancia, ya que si no hay conocimiento, no hay acción y si no hay acción, no hay progreso. Así mismo, la desconfianza existente de estos trabajadores hacia la clase política resulta sorprendente, hasta el punto de no querer participar si tuvieran la oportunidad y ser escépticos sobre lo que se les pregunta o se les quiere proponer.

 

El reto para los líderes políticos se centra en la confianza generada en las personas, en crear más oportunidades basadas en el conocimiento de las alternativas y que no todo puede ser “prometer y prometer” y luego no cumplir cuando se sube. Así lo afirma la señora  Ana Belén Caro, una de los cientos de trabajadores informales, que tiene su negocio de bocadillos, almojábanas y génovas cerca al Centro Comercial Portal 80. Es de admirar que en más de 20 años con su pequeño negocio informal ha logrado que sus cuatro hijos tengan alimentación, educación y vivienda digna. Pero no todo es color de rosa para los vendedores informales: la recuperación de los espacios públicos por parte de la Administración Local se convierte en una pesadilla que viven todos los días debido al constante hostigamiento por parte de las autoridades.

 

Una de las políticas para la  recuperación del espacio ocupado por los trabajadores informales, consiste en destinar lugares adecuados para su trabajo, que no son espacios públicos y por lo tanto también alejados de sus posibles compradores. Esto resulta contraproducente por lo que deciden regresar a su lugar inicial.

 

Pero no todo es desalentador, aún mantienen la esperanza de que algún día alguien haga algo por  ellos, y a pesar de su situación, aun quieren trabajar, salir adelante, ser proactivos y trabajar por su comunidad, como don José Duván Gálvez, un señor proveniente de la ciudad de Medellín en busca de nuevas oportunidades con su negocio de pan de bonos. Además de ser amable como todas las personas de este oficio, mostraba gran interés en colaborar para lograr un cambio no solo para él, sino en pro de su actividad económica.  Esto permite ver  que hay mucho trabajo por hacer, más historias por contar y experiencias de vida que llenan y aportan ideas para cambiar la realidad en que viven.

 

 

 

 

 

 

J. ANDRÉS MIRANDA

Salida Peatonal Portal y Centro Comercial Portal 80 (Foto: J. Andres Miranda)

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